22 de septiembre de 2011

El hilo rojo del destino



Algunas leyendas cuentan que estamos unidos con nuestra alma gemela a través de un hilo rojo atado al meñique, un fino e invisible hilo que nos conecta a aquellos con los que estamos predestinados a unirnos, a pesar del tiempo, el lugar o las circunstancias. El hilo puede tensarse o enredarse pero jamás se romperá.


La leyenda tiene su origen en China, pero en ese país no se trata de un hilo rojo atado al meñique, sino a una soga roja atada al tobillo, pero que nadie puede ver. Muchas veces este hilo es tan largo que nunca podemos encontrar a la persona atada al otro extremo, en otros casos el hilo está roto y nunca nos lleva a ningún sitio. 
 En otras partes se cuenta que surge a raíz de descubrirse que la artería ulnar une el meñique con el corazón y de ahí que el hilo rojo del destino sea una prolongación-conexión de esa artería que une los corazones de los amados.
Incluso hubo un tiempo en el que las mujeres se amputaban el dedo meñique para demostrar a sus maridos que estaban completamente enamoradas y que efectivamente el hilo rojo les había unido. Esto era visto como un símbolo de lealtad absoluta.





Existe otra leyenda que es quizá la más popular entre los japoneses:

Hace mucho tiempo, había un emperador muy impetuoso y altivo. El emperador tuvo conocimiento de que en una de sus  provincias vivía una bruja con grandes poderes, capaz de ver incluso el hilo rojo del destino. El emperador, que conocía bien las leyendas del hilo rojo, decidió que podría contratar a la bruja para que le condujera  a su esposa.
La bruja accedió, y empezó a buscar por toda la provincia siguiendo el hilo. Finalmente la búsqueda les llevó a un mercado, donde una pobre campesina con un bebé en brazos vendía comida. La bruja indicó al joven que esa era la persona con la que terminaría casándose, pero el emperador decidió que esa no podía ser la persona con la que compartiría su reino, así que empujó enfadado a la campesina, ésta al perder el equilibrio dejó caer a la niña que se hizo una brecha en la cabeza. Después de eso, el emperador ordenó a su guardia cortar la cabeza de la bruja, que bajo su punto de vista se había burlado de él.
Años después, llego el momento en el que el emperador debía contraer matrimonio. La corte le insinuó que su mejor opción era casarse con la hija de un general muy poderoso de la provincia. El emperador aceptó ya que esa unión podría fortalecer su reino.
El día de la boda llegó, y la novia se presentó con un precioso velo que no permitía ver su cara. Tras la ceremonia, llegó el momento en el que el novio tenía que retirar el velo, al hacerlo vio por primera vez el rostro de su esposa, y se dio cuenta de que la joven tenía una cicatriz muy peculiar en la frente, una cicatriz que le recordaba que su destino había pasado por delante de él y que al no querer verlo había herido a la persona que estaba destinada a amarle.





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