En otoño de 1934 Zaragoza fue testigo del primer caso paranormal investigado por la policía. Una serie de fenómenos sobrenaturales sobrecogieron a españoles y gente de todo el mundo ya que la prensa se hizo eco del asombroso acontecimiento que estaba sucediendo en la capital maña.
El 27 de septiembre en el segundo piso del inmueble situado en la calle Gascón de Gotor número 2, residencia de la familia Grijalba y propiedad de Antonio Palazón, surge el presunto duende en una hornilla, unas sonoras carcajadas habían estallado súbitamente en las escaleras del primer y segundo pisos. Muchos vecinos abandonaban sus camas sobresaltados, preguntándose en vano cuál era el origen de tan misterioso sonido. Las siniestras risas fueron diluyéndose en el silencio del edificio y terminaron por desaparecer al cabo de unos minutos. La extrañeza de los vecinos se hizo mayor cuando comprobaron que no se encontraba nadie deambulando por los rellanos. El fenómeno cesó tres o cuatro días después y el desagradable asunto comenzó a quedar en el olvido.
El 15 de Noviembre, y de nuevo a primera hora de la mañana Pascuala Alcocer, de 16 años, la ama de llaves le contaba a Isabel, la inquilina del segundo derecha, que una lúgubre voz masculina le había hablado en la cocina, a pesar de encontrarse completamente sola en la estancia. Al día siguiente, cuando la muchacha cerraba la trampilla del fogón, la propia dueña del piso pudo oír un "¡ay!" de dolor, y que a continuación exclamaba: "María, ven". Presas de un intenso pánico, las dos mujeres salieron a la galería pidiendo auxilio. Alarmados por los lamentos de angustia, varios vecinos aparecieron a los pocos segundos por las escaleras de acceso a la segunda planta.
La Policía y la Guardia de Asalto comenzaron a investigar, por primera vez en nuestro país, un presunto fenómeno sobrenatural. Los sonidos parecen venir de alguna tubería de la casa pero por mucho que las inspeccionan centímetro a centímetro allí no hay nada y la voz cada vez resulta más sorprendente ya que incluso llega a nombrar una por una a las personas que se reúnen en la cocina de los Grijalba para seguir la pista de los misteriosos sucesos.
Al remover el interior del fogón con el gancho destinado a tal efecto, sonó de nuevo un sonido bronco, una voz que en la lejanía gritó: "¡Ay, ay, que me haces daño!". Las burlas cesaron de inmediato. Se realizó un minucioso registro en toda la vivienda para comprobar si la misteriosa exclamación partía de alguna persona oculta en uno de los pisos superiores. Como medida suplementaria, varios guardias subieron al tejado y cortaron las antenas de radio, llegando incluso a cavar un foso alrededor del edificio para descubrir si había algún cable enterrado. La fama del “duende de la hornilla” se estaba convirtiendo en un problema. Una muchedumbre se reunía ante el edificio, alterando el orden público.
El sábado 24, un juez de guardia y dos forenses eran recibidos por Antonio Palazón, el dueño de la finca. Mientras el juez inspeccionaba el edificio e intercambiaba impresiones con los inquilinos, los forenses procedían a examinar a la sirvienta, que era la presunta autora de las voces. A las siete de la tarde abandonaban la casa, aconsejando a sus inquilinos que hicieran lo mismo y ordenando a los agentes de Seguridad que prohibieran la entrada a toda persona extraña. Los vecinos desalojaron el inmueble tres horas después. El edificio quedaba completamente vacío ante la sorpresa de las personas que permanecían día y noche en la calle. Mientras policías y vecinos salían por la puerta principal, se oyó una voz que decía: "Adiós, adiós".
El aspecto más espectacular de las manifestaciones del duende fueron las “conversaciones” que mantuvo con los agentes de seguridad durante una de las redadas:
-Policía: ¿Quién eres?, ¿Por qué haces esto?, ¿Quieres dinero?
-Duende: No.
-Policía: ¿Quieres trabajo?
-Duende: No.
-Policía: ¿Qué quieres hombre?
-Duende: Nada. No soy hombre.
El asunto fue literalmente censurado por las autoridades políticas de la época. No se encontraba explicación alguna al fenómeno. A las pocas semanas, un nuevo juez entraba en escena. El viernes 30 de Noviembre y los dos primeros días de diciembre los organismos oficiales privaban de información a los medios de comunicación. Se sospechaba que el juez y su equipo estaban llevando a cabo algún tipo de experimento que les permitiera descubrir al autor de la broma.
La autoridad emitió su veredicto final el día 3 de diciembre de 1934:
“Primero quise oír la misteriosa voz. Las experiencias realizadas demuestran con absoluta claridad que la voz es debida a un fenómeno psíquico que únicamente se produce en determinadas circunstancias. En la cocina de la casa nos encontrábamos la muchacha de servicio de los antiguos inquilinos, dos testigos y yo [...]. Bajo el punto de vista científico no puede ser más interesante y sugestivo, pues aunque no es el primero que se produce, son muy contados los que se registran en la historia médica. Las actuaciones practicadas serán archivadas hoy, por no haberse encontrado persona responsable de la falta. El misterioso suceso ha quedado totalmente aclarado.”
Ni Pascuala Alcocer, que tras la sentencia fue desterrada a su ciudad natal, ni ninguna otra de las personas del inmueble podían ser los responsables. Todo se orquestó de una forma predeterminada para acabar con un asunto que molestaba a las autoridades. Antonio Palazón tuvo trabajando a la joven en su nuevo domicilio y allí jamás se escucharon los lamentos del duende. Para la opinión pública estaba muy claro que la presión política ejercida sobre el asunto hacía dudosa la legalidad de esas investigaciones.
En diciembre de 1934 el duende desapareció. Y su última comunicación fue aterradora: “¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa!, ¡Cobardes, cobardes, voy a matar a los habitantes de esta maldita casa!”
El antiguo edificio ya no existe pero en el lugar donde ocurrieron los inexplicables fenómenos existe un bloque de apartamentos llamado edificio Duende.
descubriendoelmundoo.blogspot.com
Fuentes:
tejiendoelmundo.wordpress.com
ctv.es
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