El valle de la Muerte, al sureste
de California, fue un obstáculo para los colonizadores ya que según los
científicos, este lugar es el más caliente y el más seco del mundo. No
obstante, aunque es el lugar más caliente del mundo, la temperatura puede caer
más allá de 0°C durante las noches.
Dentro del Valle de la Muerte se
encuentra un lago seco llamado Racetrack Playa. La playa (nombre que se usa en
inglés para denominar los lagos secos) se encuentra a 1130 metros sobre el
nivel del mar. La playa está seca durante casi todo el año y no tiene
vegetación. Durante la estación lluviosa caen precipitaciones intensas y el agua
desciende a la playa desde las montañas que la rodean, formando un lago poco
profundo que se evapora rápidamente y deja un lecho de barro. Luego se seca y
se resquebraja formando un mosaico poligonal. Los fuertes vientos inciden
constantemente sobre la forma de las placas arcillosas, redondeándolas. En
invierno el agua de las lluvias se congela formando una cubierta de hielo.
El lugar es muy conocido por sus famosas
“piedras viajeras”, un extraño fenómeno geológico. Se cree que la acción
conjunta del viento, el hielo y el barro favorece que estas rocas, hechas de
dolomita negra y algunas rocas ígneas que proceden de pendientes adyacentes, se
deslicen desde una alta ladera de 260 metros, creando una senda tras ellas. Las
sendas son a menudo de 3 a 30 metros de longitud, de 8 a 30 centímetros de
anchura y muchas suelen tener 2,64 centímetros de profundidad.
El desarrollo de las huellas se
realiza durante 3 años aproximadamente. A veces, las piedras ruedan, exponiendo
otro borde en el suelo y dejando una senda diferente en la estela de la piedra.
En algunos casos, se descubren varios caminos en dos direcciones y longitudes.
Las piedras que empiezan su trayecto junto a otras pueden viajar en paralelo,
antes de que algunas de ellas se desvíen en cualquier dirección. Algunas sendas
varían de longitud, aunque las piedras sean del mismo tamaño.
El misterio siempre ha envuelto a
estas piedras deslizantes. Los nativos de la zona consideraban que eran
impulsadas por espíritus. Los primeros exploradores y buscadores de oro que
observaron el fenómeno lo achacaron a un "campo magnético terrestre" o
algo parecido. También se ha llegado a insinuar que son obra de bromistas.
A mediados de los 90 se realizó
un seguimiento por GPS de varias rocas, demostrando que, en efecto, se movían
ligeramente tras ciertas tormentas. Esto parece coincidir con la tesis de la
acción conjunta del viento y el agua. Hoy día se cree que los fuertes vientos y
el barro, sin la intervención de las placas de hielo, posibilitan el
desplazamiento de las rocas ya que la dirección de los rastros coincide con la
dirección de los vientos locales.
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