El 7 de enero del año 1972 un avión modelo Caravelle de la compañía Iberia, que cumplía el vuelo regular 602 entre Valencia e Ibiza, chocaba a las 12:10 en un monte de la Sierra de Sa Talaia mientras iniciaba la maniobra de aterrizaje. La explosión se oyó en muchos puntos de la isla.
Los primeros informes fueron muy confusos y contradictorios. Primero se dijo que el avión había caído al mar. Tampoco se supo al principio si el accidente ocurrió antes o después de que el avión hubiera tomado tierra.
Más tarde se pudo comprobar las dimensiones del accidente. La investigación determinó que el avión se estrelló debido a un error de cálculo de la altitud del piloto, que decidió hacer una maniobra a pesar de la niebla.
No hubo supervivientes, 104 personas entre pasajeros y tripulación (entre ellos nueve niños) fallecieron. Los restos de las víctimas y del avión estaban esparcidos en pedazos por los alrededores. Se trataba de una escena completamente desgarradora; extremidades y vísceras cubrían el lugar del accidente dando lugar a un escenario de película de terror. Los cuerpos fueron enterrados en un cementerio nuevo, que se inauguró con este suceso.
Han pasado 40 años de aquella desgracia que aún es recordada. También se asegura que el lugar es testigo de supuestas apariciones fantasmales; gritos desgarradores, sombras, apariciones, pareciera que aquel el fatídico 7 de enero del 72 se repitiera una y otra vez recordando lo que fue uno de los peores accidentes de la historia de la aviación en España.
En el lugar de la tragedia, la montaña más alta de la isla hay un altar con los nombres de todas las personas que perecieron en el siniestro. También quedan algunos restos del avión accidentado.
Restos de fuselaje
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