El 30 de diciembre de 1903 se representaba ‘El Señor Barba Azul’
en el Teatro Iroquois de Chicago, inaugurado hacía apenas dos semanas antes. El
teatro abrió sus puertas en noviembre de 1903 después de numerosos retrasos
debido a conflictos laborales. Al abrirlo fue alabado por críticos que
aseguraban que su perfección arquitectónica lo hacia uno de los más bonitos de
EE.UU. Pero, es tristemente conocido como el edificio que sufrió el peor
incendio de la historia de EE.UU.
El teatro se distribuía en tres niveles. La planta principal donde
se encontraba la platea y que estaba en el mismo nivel que el vestíbulo. Desde
las escaleras del vestíbulo se subía al segundo nivel donde estaban los palcos,
y al tercer nivel donde se situaban las galerías. La zona de bastidores era
inusualmente grande, con multitud de camerinos, una descomunal galería elevada (donde
se colgaban los decorados), e incluso un ascensor para subir a los actores
hasta la planta del escenario.
El capitán del departamento de bomberos de Chicago hizo una
visita al teatro antes de la inauguración y advirtió que no había extintores,
aspersores, alarmas, teléfonos o conexiones de agua, el único equipo de
extinción de incendios disponibles eran seis latas de un producto químico en
polvo compuesto por bicarbonato de sodio, que se utilizaba para apagar el fuego
de la chimenea en las casas. El capitán señaló las escasas medidas contra el
fuego de las que disponían al director del teatro, pero se le ignoró.
A poco más de las tres de la tarde del miércoles 30 de
diciembre, la sala estaba abarrotada por unos 1900 espectadores, al ser sesión
de tarde el público era, en su mayoría, mujeres y niños. La obra requería la
luz de la luna para dar ambiente a los cantantes, se consigue con lámparas
azules colocadas debajo del escenario a cargo de un electricista, pero por
desgracia una de ellas sufre un cortocircuito y las chispas queman parte de lo
que era la plataforma de las luces.
Acto seguido se prende un bastidor de lona que subía por el
escenario, zona que los espectadores no podían ver. Se empezaron a incendiar
telas y maderas del escenario, y en cuestión de segundos, toda la parte
superior del interior del escenario estaba envuelto en llamas. El fuego comenzó
a extenderse hacia los lados y por encima del personal del teatro. Mientras la
función continuaba sobre el escenario, los tramoyistas y actores disponibles
luchaban contra el fuego, e intentaban salvar sus vidas y la de sus compañeros.
En ese momento se decidió comenzar a bajar el telón metálico, pero quedo
atascado a mitad por un cable que se había instalado desde el escenario hasta
la galería. Dicho cable serviría para que una de las actrices del ballet aéreo,
sujeta por un arnés, pasara volando sobre el público en una de las escenas.
Un trozo de madera ardiendo cayó al escenario, y solo en ese
momento los espectadores fueron conscientes de lo que allí estaba sucediendo.
Los costados del telón, que se suponía estaban hechos de material contra el
fuego, comenzaron a arder de manera violenta, y las personas empezaron a correr
hacia las salidas. En el interior del teatro muchos de los trabajadores de la
compañía estaban tratando de salir por una puerta de emergencia lateral, pero
no solo estaba cerrada con llave, sino que por desgracia se abría desde fuera.
La gente del interior del teatro logro destrozar la puerta de emergencia con
una barra de acero, pero al abrirla, el aire del exterior creó una corriente
que avivó más las llamas.
El teatro se convirtió en una verdadera trampa mortal. El teatro
no contaba con alarma de incendios, cuando los primeros asistentes salieron
tuvieron que ir a avisar a los bomberos. Muchas de las rutas de salida de
emergencia eran confusas. Unas verjas bloqueaban desde fuera el acceso a las escaleras
durante las actuaciones, así evitaban que los clientes pasaran desde las
galerías a la platea. Se supo también, en la investigación posterior, que de
las 10 salidas de emergencia solo dos estaban en uso, y las otras estaban
cerradas con llave y con barras de acero como travesaño. Para mayor desgracia,
los acomodadores que deberían haber abierto dichas puertas huyeron primero
dejando encerrados a su suerte a los espectadores.
Los que estaban en la galería, en la tercera planta, habían
corrido para tratar de salvar sus vidas hacia las escasas puertas abiertas
buscando las escaleras de incendios, pero esas escaleras aun no se habían
puesto. Los primeros en llegar ahí se agarraron a las barandillas, pero los que
llegaron después empujaron al vacío a los primeros que habían llegado,
sirviéndo estos para amortiguar la caída de los siguientes.
Los espectadores corrían hacia las puerta y se apretujaban en
los pasillos sin posibilidad de avanzar, casi asfixiados, empujaban
constantemente presionando aun más el tumulto de gente que ya no tenía escapatoria.
Otros se caían antes de llegar y eran pisoteados por los demás. El pánico, el
mayor responsable de este tipo de tragedias, se propagó mucho más rápido que el
propio fuego. Muchos murieron atrapados en pasillos sin salida al intentar
abrir las ventanas, ya que estas estaban diseñadas de forma que parecían
puertas.
En sólo 10 minutos el teatro fue devorado por las llamas. Los
bomberos consiguieron entrar en el vestíbulo pero no podían acceder a la sala
porque los cadáveres estaban amontonados hasta arriba y las puertas no se
abrían. Cuando lograron entrar extinguieron el fuego en 20 minutos.
La noticia corrió como la pólvora, miles de personas se
agruparon en las puertas del teatro, en donde entorpecieron todas las labores
de rescate. Los ladrones despojaban a los cadáveres de todos los objetos de
valor, hasta el punto de cortar orejas y dedos para llevarse anillos y
pendientes. Las bombas y los camiones de traslado de heridos tenían que abrirse
paso a empujones entre le gente.
El balance fue de 575 personas que murieron en el acto y más de
30 murieron de las heridas sufridas durante las siguientes semanas. Entre los
actores, bailarines y tramoyistas (unos 300) sólo fallecieron 5: la trapecista,
un actor secundario, un acomodador, y dos asistentes. El papel de la trapecista
(Nellie Reed) era volar como un hada sobre la platea colgada a un cable, el
mismo cable que impidió que el telón metálico se bajara. Estaba encima del
escenario a la espera de su entrada, cuando comenzó el incendio se cayó. Quedó malherida
y falleció tres días más tarde a consecuencia de lesiones internas y quemaduras
graves.
Nellie Reed |
Irónicamente, el teatro se anunciaba como: absolutamente a
prueba de incendios. Menos mal.
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