El edificio comienza a construirse a finales de 1913 cuando
las autoridades regionales tienen que tomar decisiones drásticas ante los
estragos que estaba causando la tuberculosis entre la población civil. Dado el
carácter altamente contagioso de esta enfermedad se decide recluir a los
enfermos en un lugar aislado; además, hasta entonces, el aire puro y limpio de
la sierra era el mejor alivio que existía. La obra se prolongará durante varios
años terminándose en 1917 la primera planta del hospital, aunque no fue hasta
1934 cuando se terminó por completo. La construcción fue tan lenta porque fue
levantado por los propios vecinos durante los meses de verano. En 1931 el
edificio pasó a ser propiedad del Estado.
La estructura la forman tres alas de dos alturas y el
sótano. Con los años se fueron añadiendo la casa del conserje, el depósito de
cadáveres, los velatorios, un acueducto para recoger agua del deshielo, etc. La
cubierta es a dos aguas y en el centro hay un torreón típico de las
construcciones de la época.
Una vez concluida la larga obra empiezan a trasladarse los
enfermos al lugar. El hospital contaba con 200 camas y 50 empleados. En la
planta superior se ubicaron los enfermos más graves que necesitaban reposo y
estaban aislados; mientras que, en la planta baja lo hicieron los menos graves
pudiendo dar incluso paseos por la sierra y ser visitados por los familiares.
Normalmente la mayoría acababa subiendo a la planta alta y muriendo tras una
larga agonía. Una vez a la semana subía en carro el sepulturero del Cementerio
de Alhama de Murcia a recoger los cadáveres para darles entierro. En invierno,
con los caminos nevados, se convirtió en el único enlace entre el hospital y la
civilización.
Aparte de sanatorio, el edificio se convirtió en ambulatorio
para los vecinos. Con los avances médicos los enfermos comenzaron a ser menos.
Poco a poco muchos de los internos fueron recuperándose de las graves dolencias
que padecían y dados de alta. Los pocos que quedaron se trasladaron al Hospital
Provincial de Albacete. El Ministerio de Sanidad decide entonces reconvertir el
complejo en un orfanato, pero los elevados gastos de manutención de un edificio
de tal envergadura llevan al Ministerio, en 1962, a declararlo como no rentable
provocando su cierre.
A principios de los 80 el Gobierno Regional, hace una fuerte
inversión para reconvertir la antigua casa de cura en un albergue juvenil. No
obstante, la falta de presupuesto hace que sólo se rehabilite el ala izquierda,
quedando el resto igualmente abandonado. Aunque el nuevo albergue se promocionó
a bombo y platillo apenas tuvo afluencia de jóvenes, declarando los pocos que
fueron lo extraño que era el lugar por tener contiguas las viejas ruinas
hospitalarias. Tras varios veranos de decadencia, en 1995, se echa el cierre
definitivo. Inicialmente se le puso vigilancia, pero esta fue retirada en 1997.
Desde que en los años sesenta del Siglo XX cerrara sus
puertas el Sanatorio una leyenda negra pesa sobre él siendo muchas las personas
del lugar que a lo largo de los años afirman haber tenido en él experiencias
paranormales.
Decidí no leer mucho sobre este tema antes de ir al lugar,
quería evitar ir demasiado sugestionada, aun así no pude evitar que la visita
fuera más corta de lo que me hubiera gustado.
La verdad es que el edificio no imponía tanto como me imaginaba, al menos la parte rehabilitada, tal vez porque parecía más nuevo o porque se abandono hace
relativamente poco tiempo a diferencia de otros sanatorios como el de Agramonte o el preventorio de Aguas de Busot.
relativamente poco tiempo a diferencia de otros sanatorios como el de Agramonte o el preventorio de Aguas de Busot.
Dimos una vuelta al edificio antes de entrar, comenzando por la parte trasera donde pude comprobar que las puertas y ventanas se abren y se cierran aunque no corra nada de viento. Como íbamos prevenidos sobre la vigilancia constante de los forestales y cerca se oían voces y ladridos de perros esperamos hasta que se fueron y todo quedo en silencio, era el momento de entrar.
Aunque se puede acceder al interior por, prácticamente, cualquier ventana o puerta, entramos por una escalera que iba directamente a la primera planta. Entrando se oían rechinar las puertas, lo cierto es que dentro del edifico el viento parecía más fuerte que fuera.
Las escaleras al sótano no invitaban a bajar precisamente, recorrimos la entrada principal, el ascensor, los baños, una habitación muy grande que parecía un comedor…
Aunque la visita iba bien cuando me asomé a uno de los pasillos no se qué sucedió, solo recuerdo que el corazón empezó a latirme muy fuerte y sólo pensaba que sería incapaz de recorrerlo. Después a cada paso que daba adentrándome en el edifico lo contaba estudiando bien la salida por si tenía que salir corriendo. Llegué hasta la terraza de una habitación y le pedí a mi compañero que saliéramos de allí.
Salimos por el mismo lugar que entramos, pero la visita no había acabado, igual que las escaleras subían al primer piso desde la fachada otras bajaban al sótano. Aunque a mí no me apetecía nada bajamos, nada más entrar por el arco de la puerta el descenso de temperatura era brutal.
La estancia era bastante más oscura y no solo por la falta de luz, al menos en la parte sin rehabilitar del edificio las paredes estaban pintadas de un gris oscuro nada alegre para la situación del lugar. Aunque debo admitir que la sensación no era tan incómoda como la de la primera planta.
Me volví con un sentimiento de frustración muy fuerte, no creo ni dejo de creer en esas cosas pero si admito que la sensación que tuve fue real, no estaba condicionada por ninguna historia y no era la primera vez que iba a un sitio así, pero me sentí presa del pánico por algo que ni siquiera pude ver.
Eso sí, volveré. ...y volví El Sanatorio de Sierra Espuña (Segunda Parte)
Os dejo con el reportaje fotográfico completo.
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Fuente:
wikipedia.org
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